lunes, 17 de noviembre de 2008

Era mía, ¡y qué!

Siempre me he preguntado por qué no se suicidan primero y las matan después. Joder, si es más práctico; piénsenlo, eso de que vayan dejando huérfanos de madre a los críos porque –según el asesino- “era mía” y de progenitor porque el susodicho era un hijo de puta, además poco previsor, no tiene ningún sentido. Esta gentuza padece de un sentimiento de inferioridad infinito que intenta suplir con el abuso y la violencia. No son capaces de crear, si no de destruir, por eso después de haber matado muchos se suicidan para no caer en el remordimiento.

Luego están las órdenes de alejamiento, que son muy chulas. Se otorgan sobretodo al tipo de personalidad batalladora que exclama: “si no eres mía no serás de otro, zorra.” Tras seis años de criptografía aplicada te das cuenta de que lo que el sujeto quiere decir es que le va a dar pasaporte a la parienta. Cuatro años más de máster en esteganografía cuántica te inducen a pensar que el sujeto se la va a cargar a cualquier precio, pese a quien pese y sin advertir mayor obstáculo para llevarlo a cabo. Como es natural el juez le reprime al segundo intento: “A ver, jovenzuelo, sea bueno o tendré que amonestarle. Estése alejado de dos a tres kilómetros de su señora. ¿Ah, que viven en la misma casa? Bueno, pues usted en el piso de arriba y su marido en el de abajo. Sí, que él salga por la puerta; usted puede salir por la ventana para no coincidir. Oiga, qué quiere que le diga, si tienen sólo un lavabo y una cocina pues los comparten y santas Pascuas. Ah, y el mando de la tele se lo echan a suertes, ahora no vayan a discutir por una tontería.” Entonces el sujeto, como también es natural, ante las formalidades varias que emanan de la justicia de este país, se cepilla a la parienta en el peor sentido de la palabra y de paso a sí mismo para ahorrarle algo de trabajo al juez. Pues nada, que vivan las órdenes de alejamiento aplicadas a los asesinos suicidas. Pero a quién se le habrá ocurrido semejante memez.

Está probado que hombre y mujer son biológicamente diferentes, no se sorprendan demasiado, pero de ahí a que uno se crea superior y dueño del otro… Miren, no es de recibo.


Esta mañana un diputado francés le ha pegado un tiro en la cabeza a su novia porque iba a dejarle. De hecho no sé si era su novia, pero lo que reza en las noticias es ‘compañera sentimental’, lo que me parece absurdo además de una soberana gilipollez. El caso es que el tío, antes de disparar, ha estado diez minutos trabajándole la cara con esa valentía tan característica del macho humano cuando se siente miserable. Se conoce que el amigo había perdido la alcaldía y se sentía algo ‘turbado’, así que se recreaba en la terapia de maltratar al prójimo y, si éste no ponía de su parte, levantarle la tapa de los sesos. No parece muy de Freud ni de Jung, pero miren, hay quien se relaja recibiendo latigazos.

Dentro de estas tragedias, lo que más me fastidia es que el tío muera y no puedan dedicarle el resto de su vida a trabajos forzados, pero trabajos de verdad, no mariconadas. Es como la pena de muerte, que deviene del sentimiento de venganza; pero la venganza, como todos saben, debe servirse fría (quien haya leído a Dumas sabe a qué me refiero). Creo que es mejor ver cómo un asesino se pudre en la cárcel trabajando, sin sueldo, ni facilidades, ni mandangas que darle boleto, cosa que dura unos instantes y es meramente una circunstancia administrativa.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Recordo un dia un americà que comentava que els europeus èrem uns salvatges, perquè no acceptàvem la pena de mort. Segons ell, aquesta és molt més humanitària, davant la perspectiva de pudrir-se la vida sencera a la presó...

Spirou dijo...

A mí, que sea o no humanitaria, me trae al pairo, la verdad. Creo que el concepto 'púdrete en la cárcel' debe ir ligado a 'cuando no estés trabajando por el interés común sin sueldo, por supuesto.'

Existe una foto muy curiosa, americana, en la que salen dos fuentes unidas por una misma cañería. La prímera brilla por su higiene y aparatosidad; sobre ella reza el cartel 'White'. La segunda es una mugrienta pila de mala muerte en cuyo cartel se advierte 'Colored'. No creo que tenga mucho más de cincuenta años, por eso, las leciones dictadas por el buen salvaje que cree ser humano porque le ha puesto sifón a la fuente reservada para los negros me parece algo absurdo.

El mundo tiene rajada la quilla y nadie se ha dado cuenta todavía.