domingo, 31 de agosto de 2008

¡Asombroso!

Me acaba de pasar algo increíble: he encendido la tele (esto es casi lo más increíble) y estaban pasando un programa sobre libros. Toma ya. Nunca enciendo la tele a no ser que repongan Curro Jiménez, los Monty Python's Flying Circus, Black Adder o La banda de Pérez. Cuando he visto que trataba sobre literatura de repente me he acojonado y me he dicho “Coño, ya te han abducido y te han llevado a un país civilizado. Coño. Qué bien.” Pero no, el tipo estaba largando por la zona del Maremagnum, el puerto de Barcelona.
Todavía estoy en estado de shock, ustedes comprenderán; por un momento he creído que habíamos dado un paso en el escalón evolutivo y nos habíamos convertido en seres con capacidad intelectual media, pero se ve que no es así, en otra cadena seguían emitiendo el Papá quiero ser famoso, y en otra salía un político hablando.
Reconozco que los programas de Sánchez Dragó a veces se hacían laaaaaargos como un eructo de jirafa y bastante pesados –según el invitado-, pero el tipo sabía bien lo que hacía, le gustaba su trabajo y aguantó durante años con una audiencia mínima a horas intempestivas. Igual que le pasaba a Gasset con Días de cine, aunque éste le daba un toque cínico fenomenal; en mi archivo tengo sus entradillas y despedidas que da gusto ver de vez en cuando.
Los programas de literatura están muy mal vistos y casi no tienen franja horaria, porque todos nos hallamos pegados a la pantalla viendo los documentales de ‘La dos’, como si salieran Ángel Cristo y Bárbara Rey haciendo el salto del león de las Alpujarras, bajito, moreno, pelón, pero con dos cojones. Los únicos documentales decentes, y que se ven con emoción, los pasan por las autonómicas, con el Grandísimo y siempre presente Steve Irwin a la cabeza. El cazador de cocodrilos.
En fin, que yo sigo flipando con el asunto, que esto no se ve cada día. Quizá debería dejar de leer y encender de vez en cuando la televisión.

sábado, 30 de agosto de 2008

Arañas y sucedáneos

Hace tres semanas capturé una cría de viuda negra que se paseaba a sus anchas detrás de mi sobrina, que es un tapón y todavía no articula palabras con sentido, como el sesenta por ciento de la población. En España hay viudas negras que si te zumban te pueden dejar tieso; así se conocen también unas arañitas picadoras de color negro, con motivos rojizos según provincias que, aunque mucha gente no lo crea, habitan en nuestros jardines y bosques… “para que en las noches españolas no dejen de escucharse los hermosos aullidos del lobo.” Euh… perdón. Decía que capturé al bicho con un sutil golpe de mano ¡hop, hop! porque no tenía muy claro si era peligroso, y para averiguarlo lo metí en un tarro de cristal y lo tapé con un corcho; eso de aplastar seres vivos no es una de mis pasiones a no ser que tengan alas y me jodan el sueño con malas artes.

Tres semanas después todavía anda viva, sin sustento alguno, y metida en el bote por lo que podemos deducir que el día del juicio final, cuando la gente la esté diñando y yo aún no, que soy de los últimos de la lista y además eso lleva tiempo (Dios será Dios, pero éste no deja de ser el país que es), me tocará convivir con millones de arañas hambrientas que habrán sobrevivido al cataclismo y que, para pasar el rato, no tendrán otra cosa que hacer que pegarme picotazos en los huevos mientras un mosquito gigante me arranca la cabeza de un mordisco. Si se piensa bien la vida es una mierda, pero como lo otro es no vida y no te enteras por no estar vivo (vamos, digo yo) no te puedes quejar, y yo creo que eso es más frustrante si cabe que el estar vivo y que una araña te hinche los huevos a picotazos. Supongo que es una cuestión de gustos, y si no que se lo pregunten a las cucarachas, que han sobrevivido a todo tipo de desastres y gentuza y nadie ha oído jamás quejarse a ninguna.

La viuda negra –que se la conoce también como araña del trigo o del poto colorado, sí, han oído bien- genera una neurotoxina que te inyecta al clavarte sus uñas, que son los aparatos móviles que utiliza para ir jodiendo al personal. El resultado es que acabas medido lelo y con espasmos por todo el cuerpo similares a los de un ataque de caspa en plena playa nudista.
A mí la viuda negra en sí no me da miedo, hace años tuve una correteando por mi hombro al salir de una cueva; era un ejemplar grandote pero yo no me enteré hasta que sentí sus patas en mi cuello. Al principio me acojoné bastante, todavía era pequeño pero intuía que si me picaba en la yugular estaba listo; no porque maten de buenas a primeras sino porque al estar tan cerca del cerebro o te finiquita o te vuelves tan gilipollas que acabas fumándote el alcohol del botiquín. El caso es que se me ocurrió poner una ramita al lado y tuvo a bien montarse en ella para que yo la dejara en un matojo, ya les digo que no soy partidario de matar bichos y ése no iba a ser el momento de cambiar de planes.
Otra vez, cuando todavía era un escolar de pantalones cortos y arañazos en las rodillas, amanecí con una picadura de araña de tres por tres en la frente, con sus dos agujeritos y todo. Dolía como una certera patada en la bisectriz y la hinchazón no se me quitó en seis días, dejándome el entrecejo más vistoso que el de un klingon.

Las arañas suelen comer moscas, mosquitos e insectos lerdos que se dejan atrapar en lo pegajoso de sus telas, por lo que, como bien han adivinado, sí tienen una utilidad para el ser humano. Son como las ranas pero algo más peligrosas, sin contar, claro, con aquella leyenda (cierta o no) de cuando éramos críos de que el gargajo de sapo si te da te quedas calvo.
¿Sabían que los chalecos antibalas se confeccionan con un tejido basado en las propiedades de la tela de araña por ser uno de los materiales más cojonudos de la naturaleza (más flexible que el pan bimbo y más duro que el filete de mi abuela, que ya es decir)? Hala, pues ya lo saben.

sábado, 23 de agosto de 2008

Los de hacienda (mejorado y atornillado)

¿Les hablé ya de que el insomnio es una gotera que pone nervioso a cualquiera? ¿No? Mejor. Porque si además de las circunstancias normales que producen el insomnio, como son el no dormir (sic), que te pique debajo del muslo, tener un vecino vigoroso o que la suegra te aporree la pared desde la habitación de al lado, si además de todo eso se añade el corrosivo y siempre incierto aleteo de los mosquitos, por más señas, las mosquitas, que son las que pican, apaga y vámonos. Todo un nido de maniacos.

El otro día apareció mi padre con un Radarcan (ir a comprar = hombre + ferretería ≠ sustento vital = aquellos tiempos de soltero), un chisme de ultrasonidos para ahuyentar mosquitos. Piensas que el Radarcan es un aparato de última tecnología, que al enchufarlo disparará una onda extrasensorial cibernética que arrasará la habitación, sujeto volador improductivo incluido, estampándolo contra el cristal de la ventana. Bueno, pues no. Resulta que el aparato emite sonidos de alta frecuencia (yo los oigo, llámenme perro) y suena como si alguien estuviese tirándose pedos con mucho recato, una especie de brbrzrzzrprprrbbrzpzdzdzdzdz, o algo por el estilo. Tal vez para los mosquitos urbanos funcione, que son un poco ñoñas, pero los de campo tienen los cojones más grandes que una peonza y se ríen de ello, y las hembras -que les gusta la variedad- lo saben. Digo esto porque el trasto en cuestión emula, o eso dicen, el zumbido del mosquito macho, que en esta época busca a la hembra para picarle el billete. Y la hembra, que está harta ya de tanto nematócero salido (acabo de quedarme con ustedes, pero no se escandalicen que ya se irán acostumbrando) huye como gachí en la discoteca, o se atonta, que para el caso viene siendo algo parecido. Lo cierto es que, atontadas o no, pican con muy mala leche, hincan el aguijón con tal desprecio que no sabes si lo hacen porque necesitan comer o por asco.

En mi vida de humano he practicado diversos métodos para deshacerme de las mosquitas. El primero es no contestar las llam… euh, no, esto no es, jod… sí, el primero es lo que habitualmente conocemos por Zapatilla Voladora, es decir, hostiazo que te crío y adiós muy buenas. Bastante efectivo, aunque el impacto-expansión desmerece mucho la pared. El segundo es tirar de soplete, que es algo engorroso de transportar, bombona arriba y abajo, pero cuando le abres la espita y das lumbre la habitación parece La Batalla de Inglaterra. Es cierto que después la cosa huele un poco a chamusquina, pero no deja de ser entretenido y te lo pasas en grande recordando la historia y haciendo un buen trabajo. El tercero –esto se me ocurrió un día. A veces se me ocurren cosas- es contar chistes de Lepe. No funciona, está comprobado; hace seis años puse una cinta de Chiquito y, desde entonces, no he podido donar sangre. Aunque el más efectivo, a mi parecer –sin contar el aparato que se enchufa y ahí te las den todas, Manolo-, en relación trabajo/servicio/calidad/y lo que tú quieras, es el aerosol (sin llama). Buscas, apuntas, aprietas con el dedo y la habitación termina oliendo a lavanda, si al jodido bicho no le ha dado por mutar e intentar meterse tu cabeza dentro de su boca. Por cierto, los mosquitos tienen dientes, o sea que no sólo pican sino que también son capaces de morderte los huevos. Toda una experiencia, oigan.

El insecto zumbador este es un bicho muy malo, que no se mata con piedra ni palo. En mi casa hay uno que, más que un insecto, parece un coyote. No les digo más.
De la hembra del mosquito tigre corren muchos rumores; el oficial es que ataca de día. Y una mierda. Tengo constancia física de que pica de noche, es más, hace un par de semanas dejé que me succionara una, en el brazo, para dar prueba ante notario de que llevo razón. Y vaya si la llevo, me ha vuelto a picar la muy cabrona.
Sinembargo, la pregunta que todos deberían hacerse es ¿para qué coño sirve un mosquito? ¿Para limpiar el cutis? ¿Para hurgar en el bote de la mermelada? ¿Para llevar a los niños al cole? No. Para que se lo coma una rana. Otra cosa no se me ocurre a estas horas, ya saben, la cadena trófica y eso. Montados en la grupa de este asunto también podríamos preguntarnos por la mosca, ¿Para qué coño sirve una mosca? Es increíble, la mosca, piénsenlo; como condimento en las barbacoas o representante del colectivo yonqui del aftersun, de poco más, porque también entra en la cadena trófica del mismo depredador, todo un chollo, no crean.
Mi ignorancia da para parar un tren, pero tampoco es plan de avasallar y ponernos exquisitos. Por eso creo que todo está más o menos claro; bien pensado -por aquello de que a nadie le gusta que le arranquen la cabeza de un mordisco-, no le den más vueltas y vayan la pajarería más cercana o miren debajo de sus camas. Pongan una rana en su vida.
¿Y la rana? ¿Para qué coño sirve una rana?

Conversaciones con X

“¿Y qué se elige, aquello que pretendías encontrar, o eso que no habías salido a buscar y, de repente, encuentras?”

miércoles, 20 de agosto de 2008

Insomnio

No puedo dormir, así que se me ha ocurrido bajar a escribir estupideces por aquí. ¿Qué?, ¿Cómo vamos? ¿Calorcito, eh? Pues no. Insomnio.
Lo he intentado todo: me he zampado los restos de la barbacoa de la comida; he meditado hasta entrar en un éxtasis sofocante por saber que mi vida no tendría sentido sin un Petit suisse y he vuelto a la nevera. Hasta me he quedado durante media hora mirando las aspas del ventilador del techo, rezando para ver si me hipnotizaban o, con algo de potra, se caían y me sacudían cuatro estacazos hasta dejarme inconsciente. Tampoco ha habido suerte esta vez. El caso es que he pensado, ya que no puedo dormir, en hacer algo para que se duerman (haría la petaca, pero me pilla un poco a trasmano) quienes lean esto, si es que alguien entra de una puta vez, ya que los señores de los buscadores –los que llevan gafas y una calculadora al cuello- aún no han tenido a bien ¡No somos dignos, viles gusanos! poner la Güé en el motor de búsqueda.

Claro que, si le cambio el título a Chicas Desnudas, igual la cosa… (momentos de reflexión)… ¿Féminas indecorosas? ¿Nenas calientes? ¿Señoritas de moral distraída y conducta desviada?... Pensándolo mejor no, porque si escribo desnudas igual lo toman como que es algo porno o piensan que el sudor que conlleva admirar chicas dxxxxxxx (mejor así, que si escribo desnudas me la cargo) se puede confundir con algún líquido inflamable y ya no me dejan montar en avión y yo todavía no he montado y… ¿Puedo decir pito? ¡Aaagh!

El insomnio es una mierda, como Windows, que ya me ha vuelto a dejar tirado por enésima vez. Formateo, hago una instalación limpia y se casca más de cien actualizaciones como quien no quiere la cosa ¡Venga!. Hay que joderse con el Windows. Y no se crean que te da los buenos días o te arropa al anochecer y te canta la nana en formato midi, no, no; hace ¡Puf! y que te den morcillas. Y a veces ni eso.

-Quiero entrar en Word.
-Estoy actualizando, amo.
-¿Excel?
-Actualizando sigo, mi señor.
-¿Firefox?
-Uno por uno es uno, tres por dos dieciséis…
-(Ya verás, cabroncete…) Quiero entrar en Logo y derivar un ‘repite’ GD18.63 secuencial. Ah, y el cortadito con leche fría.
-(Pitidos varios) (Pantallazo azul) Windows ha encontrado un error y se apagará para no causar daños en el procesador.
Más o menos es lo que viene haciendo el Sistema desde que Bill Gates llevó el coche a lavar y se quedó jugando al mus en su garaje.
Windows, ese desconocido.

Ignoro lo que estarán haciendo ustedes ahora, pero a mí sigue sin entrarme el sueño y ya no sé qué hacer. Si les gusta la paella, en una horita poco más o menos tendré una bastante curiosa.
Ahora me retiro y ustedes me disculparán porque, la verdad, creo que el cupo de sandeces ya se ha cubierto por hoy.
Buenas noches.

lunes, 18 de agosto de 2008

Laburo, curro, tajo.

La gente es muy diversa, hay quien se levanta a las cuatro de la mañana para mear y quien lo hace para escribir escuchando a Gardel.
Últimamente me he dado cuenta de que a la gente sólo le gusta hablar de trabajo. Trabajo por aquí, trabajo por allá. Y me planteo si estamos destinados –gracias a los impulsos de la sociedad y a esta anemia intelectual colectiva- a conformarnos con salir de la escuela o universidad para hablar de trabajo y formar una familia hipotecaria con derecho a descuento en lejía y suavizante; para oír al llegar a casa “Hola cariño, ¿qué tal el trabajo?” (cosa que, por otra parte, es de agradecer); y para sumergirnos en esta inercia que nos lleva a ninguna parte, tan sólo a ser una muesca más en el eje del sistema.
La gente trabaja y sale a tomar unas cañas para hablar de trabajo; el fin de semana se emborracha y va al Carrefour. El lunes vuelta a empezar.
A veces la vida me parece un cromo repetido. Me pregunto si, de verdad, nos estaremos volviendo gilipollas.

jueves, 14 de agosto de 2008

La Playa

El otro día me convencieron para ir a la playa. Y me dejé engañar. No me acercaba por el depósito de arena desde hacía siete u ocho años; y la mar de bien que he estado hasta ahora, sin que la sílice pegajosa se te cuele por el sobaquillo o la compresa con alas te haga un picado ametrallador cuando menos te lo esperas.
Unos amigos me dijeron que sería interesante ir a la parte nudista, la naturaleza, la paz en el mundo y esas cosas, pero me negué en redondo. Imagínense la escena: estás tomando el sol, contemplando el mar, y viene una chica imponente tentando sus bronceadas carnes a pedirte fuego, se da aire con las manos y con aspecto sofocado entabla conversación con tus amigos y contigo. Todo es normal hasta que dice con cara de fingida indiferencia, y meneando los relieves, que quiere darse un baño, que hace un calor horrible y que está empezando a sudar. De repente tus colegas (no sabes si es un ataque de caspa o la insolación, pues comienzan a tener espasmos por todo el cuerpo) dicen que sí, que qué calor hace, joder, que parece agosto y que bueno, aunque dos no saben nadar se van al agua ellos también. Tú, que no sabes muy bien qué coño está pasando -¿Cómo leches ha venido esta tía hasta aquí? ¿Qué pretende? ¿Será socorrista? No lleva flotador. ¿O sí?- te quedas observando a un lado y a otro hasta que ella se vuelve y dice “¿No vienes al agua?” y tú le contestas “Lo siento, bonita, pero es que me he atascado en la arena al verte las tetas”. No sé, pero yo esto lo veo como una situación algo embarazosa o pre-embarazosa, por eso no voy nunca a las playas nudistas, porque más que playas parecen un puto campo de golf.

El caso, al hilo de lo que contaba al principio, es que acabe tirado sobre una toalla, sin muchas ganas de estar allí, por lo que fui animando un poco al personal: “Se ve que hace calor aquí, eh”. “Os va a dar un corte de digestión”. “¡Vaya solano!” “Podíamos ir al chiringo a tomar unas cañas”. “¡Mirad, una cabra!”. Ante la indiferencia de todos, me vinieron a la mente aquellos personajes entrañables que han poblado las playas españolas, desde José Luís López Vázquez hasta el cuñado gorrón, o ese primo gilipollas que todos tenemos, del que hemos padecido más de una vez el que nos tire arena en los ojos y nos rompa los castillos con foso y cangrejo guardián.
De este plantel veraniego hablaré otro día, porque bien vale la pena saber un poco más.

La playa, esa cosa. Debo ser sincero y decir que la playa me gusta, aunque bajo una serie de circunstancias bastante claras, a saber: al atardecer. Por la noche. De madrugada. Sin gente. Sin ruido. Sin “Yerba Luisa, tómate el bocadiyo que te voy a hostiar”. Y con sus conchas y sus dunas recién dibujadas. ¡Qué pasa! No pido tanto.

martes, 12 de agosto de 2008

Embrague, marcha atrás, aceler... ¡Aaagh!

¡Recién sacado del paquetito… No, eso no. ¡Queda estrenada la saetera desde donde… No, a ver… ¡Al fin se inaugura esta cumbre de moralidad que… No, tampoco. Vamos bien.
¡Preparados, listos, ya! Hala. Venga, ya está.
-¿?
-Qué quiere, señora, no se me ocurre nada para dar empiece a la página.
-Pues con esa imaginación vas a llegar muy lejos tú.
-Tampoco desmerece, oiga.
-Claro, claro.

Es cierto, por sorprendente que parezca hoy doy pie (más bien juego de muñeca) a esta pequeña aventura, que ya veremos adónde nos lleva. Por lo pronto a trasnochar, porque en breve tenemos lluvia de estrellas si las nubes no acaban por joderlo, como viene siendo habitual.
Los parroquianos aficionados a perder el tiempo que quieran visitar esta garita podrán asomarse –y saltar, si así lo desean- a otras estancias fuera del alcance del entendimiento y del sentido común (el menos común de los sentidos). ¡Ja, ja, qué divertida chanza para comenz… Joder, qué mal, otra vez, ya me he vuelto a dejar el gas abierto.
Que nadie espere nada; yo hace tiempo que dejé de hacerlo y voy ejerciendo como me viene en gana, y tan ricamente.
Vámonos.