jueves, 30 de octubre de 2008

Ya está aquí

-Buenos días, soy el Señor Frío.
-…mmmmpppffff ¿ein?
-He venido a hacerte una visita.
-No tenías por qué.
-Oh, je, je, no me cuesta nada.
-Insisto, de verdad, no t…
-Que sí, coño, que ya estoy aquí. Hala, levanta mamón.

Bien, yo por las noches suelo dormir o lo que sea con la ventana abierta y agazapado bajo las mantas, pero esta mañana me he levantado destapado, medio en pelotas y con un biruji que me ha hecho dudar por un instante de mi condición masculina “¡Dios, dónde está!”, así que una de dos: o he compartido sueño con una pelirroja pecosilla risueña, insomne y muy alegre o el perro se ha colado en mi habitación y ha trajinado por la cama abusando más de lo que debiera. Esto último dicho así, a bocajarro, me acojona bastante así que me engañaré pensando que he tenido diversas vacilaciones con la señorita pizpireta, que siempre es más agradable y bien pudiera ser la mejor manera de comenzar el día, ¿no creen? Joder, pues yo sí.

Se habrán dado cuenta de que hace frío; el dolor intenso que padecen en la punta de los dedos no se debe a que hayan puesto las cadenas al coche, estoy convencido de que ustedes nunca se rebajarían a tal obscenidad. Yo, que soy un pervertido y suelo caer en estas complacencias, les puedo asegurar que el dolor que se sufre al trabajar en la nieve con las manos desnudas es comparable a cuando la suegra te pilla mirándole las tetas o palpando el trasero a su hija, bueno, no sé si tanto, pero por ahí andará. En todo caso, para no amilanarse en ninguna de las dos situaciones, lo mejor es trasegarse un lingotazo de tinto de la Ribera, que engrana las voluntades y espanta los malos pensamientos.

El frío, a grandes rasgos, es la ausencia de calor. Esta es una definición que, quien la pronuncia con tono solemne y ante el público algo apabullado, se cree un orador de la antigua Roma y hasta le toman por listo. Vamos a ver: si hace frío es que no hace calor. No tiene mayor misterio.
El frío no sienta demasiado bien a los ánimos, en invierno uno se queda pensando más de lo debido en las vidas ajenas, en cómo de alguna manera podrían confluir para intercambiar experiencias y esas cosas, una especie de fuelle del destino al que todos nos vemos abocados. Lo mejor es echarte una bufanda al cuello bien apretada para que se te vaya pasando la tontería.

El asunto más desagradable de un día de frío es el frío, porque es un concepto que nadie acaba de entender; oigan, pudiendo hacer calorcete por qué le da al tiempo por ponerse serio y marear, ¿acaso nos hemos metido con el sol? ¿Le hemos tirado piedras? ¿Entonces, por qué se larga? Lo cierto es que lo de las piedras… euh… a ver, yo de pequeño decía que llegaba con el tirachinas al centro mismo del sol, esto es, que apuntaba hacia el objetivo achinando los ojos y disparaba, y como nadie tenía cojones de mirar de frente a ver dónde caía el pedrusco nunca me quitaban la razón. Es lo bueno de ser un niño: sin perder la inocencia eres más humano que los adultos.
Cuando era un poco más chiquitín me agencié unas orejeras azules, peludas, de mucha representación y que daban un calorcito la mar de agradable. No es una prenda al uso, pero cuando pica de verdad el frío te puede sacar de más de un apuro.
-¿Y cuando te roban el bañador en la playa?
-Eso depende.

Luego está la lluvia; lo de la lluvia es puro cachondeo porque te levantas, abres la ventana y rápidamente se cuela una vocecilla que alargando la última sílaba exclama “¡Te vas a mojar!”, mientras piensas “Jojo, pinta tiene, pero yo gasto paraguas.” Como es natural sales a la calle y llueve de lado, no sabes explicar por qué, si no hace viento pero, claro, te mojas. Esto no es muy normal, pero a mí me pasa.

No alardeen con que son de Bilbao o de Matalosmojinos y abríguense, saquen patatas y castañas a la ventana, que se ahorrarán trabajo porque hace un frío que pela.
-¿No te se ocurre na mejor?
-Pos no, que me s'aelao el hentendimiento.

miércoles, 29 de octubre de 2008

...

Hoy ha llovido.

domingo, 26 de octubre de 2008

Cosas que se me ocurren

Me ha venido a la cabeza si, como seres humanos, deberíamos o no perdonar la decepción: la decepción que nos inflige esa persona en la que habíamos puesto alguna esperanza como pareja, como amiga, como leal enemiga o incluso a nosotros mismos, que somos el uno y el todo. Lao Tze dejo escrito algo parecido a que “…el sabio no actúa y así no fracasa. No se aferra a nada y así nada pierde.” Este es el principio de la no-acción del Tao, por lo que como no esperas nada no pierdes nada. Entendido como se ha de entender es una lección cojonuda y muy eficaz, pero este concepto no concuerda en demasía con la mentalidad occidental, que va por otros derroteros más complicados y menos prácticos que la llevan a basar muchos aspectos de la vida en las esperanzas, esto es, en imaginaciones y por tanto resultados intangibles. Lo cual no deja de ser una realidad para nosotros: nuestra percepción solipsista que bebe de posibles resultados ajenos; así que caemos en un temporizador sin dígitos, que es lo que vienen a ser las esperanzas. Una lotería. Si alguien ha conseguido llegar hasta aquí sin taquicardia comenzará a entender a lo que me refiero. El poder de perdonar no deja de estar ligado de algún modo a la esperanza, por aquello de que la gente puede equivocarse y no por ello ser mala gente, por tanto ¿se debe perdonar? ¿Por bondad o por convicción? ¿Qué significado tiene el perdón?, porque, por supuesto, el agua que discurre por el cauce de un río nunca es la misma. Es algo complicado.

También me preguntaba por qué en ocasiones nos atacan los fantasmas del pasado cuando todo parece ir más o menos bien; te descuidas un poco y ya te ves subsanando mentalmente errores cometidos por ignorancia o por circunstancias inadecuadas, que en todos lados se dan y más veces de las que quisiéramos. Seguro que les ha pasado más de una vez, cuando se preguntan “¿qué jodido cabo anda suelto, que esto no acaba de tirar?” y no aciertan con la respuesta por más vueltas que le den. A mí la mejor definición que se me ocurre es que el inconsciente es un marrano, suena algo pueblerina pero cobra más efecto que decir que es simplemente un hijo de puta, porque de eso hay mucho suelto y tampoco es ninguna novedad.

Supongo que todo esto no es lo que llaman encontrarse con uno mismo. Uno nunca se acaba de encontrar porque está vivo y en progresión cambiante. Es lo que tiene la verticalidad del alma, que cuando se da una hostia ya no sube.

Los conciertos

Estoy hasta la polla de ir solo a los conciertos. Creo que ha quedado suficientemente claro. Es un poco triste ir mil veces y encontrarte en la primera fila un asiento vacío y algunos que dicen: “Anda mira, ya ha llegao ese.” “El de siempre, ¿no?” “¡Joé, qué triste!”

Si el concierto me interesa voy a ir solo, con amigos, o dándome codazos con mi peor enemigo, pero voy: no es una cuestión de vergüenza. Aunque esto no quita que, de vez en cuando, se me hinche la vena de la decepción viendo cómo no comparto gustos musicales con apenas nadie, y cuando eso pasa Nadie suele estar bastante despistado como para andar yendo de concierto en concierto.

Hoy tocaba Chaouen y he ido, claro, porque me gusta aunque vaya a encontrarme con el panorama de un teatro plagado de parejitas, una loca que se movía más que un garbanzo en la boca de un viejo y un asiento vacío en primera fila (Dios me conserve muchos años soltero, ojo). Estas cosas me abren la peligrosa espita del discurrimiento y la reflexión, que siempre urden oscuras maquinaciones contra mí y mi libertad de acción, y me da por pensar que igual estoy en la misma etapa que algunos de mis amigos a los que les gustaría encontrar novia y sentar un poco la cabeza. O un mucho. Vete tú a saber; yo no creo que sea eso, pero fíate de un tío al que le gusta desde el heavy hasta Carmina Burana pasando por el Fary y conduce un cacharro de cuarenta años.

El caso es que últimamente me canso de ir solo, igual es la edad o que estoy comenzando a darme cuenta de que todo lo que uno piensa, siente y crea, si no lo comparte, acaba diluyéndose en la nada, y eso, visto así, de buenas a primeras, no parece nada bueno. Si lo parece entonces es un problema de percepción de ustedes que difícil arreglo tiene, así que lo dejamos en que tiene mala pinta.

El caso que sigue al caso del último párrafo es que no sé muy bien cómo abordar la cuestión, tampoco es plan de echarse novia para ir a los conciertos, es absurdo, vamos, digo yo. En fin, como estaba algo encendido me he trasegado un güiskazo, así que voy a ir dejando esto antes de que la líe más. Aunque bien pensado podía seguir liándola y empezar a cagarme en algún gilipollas o seccionar las vocales de la palabra sociedad para que se pronuncie acorde con el sentido que mismamente tiene. Va, ¿qué hacemos? ¿Sí? Na, casi lo dejamos, que ya hay quien dice que hablo demasiado claro fuera de estas páginas e igual se da por aludido alguien y ya no me dejan ni ir solo a los conciertos. ¿Qué putada, no?

Buenas noches y no dejen de respirar, que es muy sano.

viernes, 24 de octubre de 2008

Loquillo, leyenda urbana

Anoche estuve –debiera decir he estado, pero es que no me adapto a la norma- en la presentación del documental Loquillo, leyenda urbana, en un festival de cine en el centro de la ciudad. El Loco, tras terminar el documental, se regaló con un pequeño repertorio para alborozo del asistente, que era bien variado y plagado de mozas en estado de merecer… “Todo el mundo quiere oler sus medias, todo el mundo le invita a lo que tiene, puede ser un desespero, por amor o por dinero nunca serás el primero…”


La previa al estreno se cubrió con media hora de búsqueda de aparcamiento, con unas ganas de mear infinitas y bajo la presión de un tráfico intenso. Barajé las posibilidades de echar el freno en medio de la calle y dejarlo allí o meter el troncomóvil en un parking; no tuve otra que acudir a este último y mantener una animada conversación con el vigilante.
Vigilante: ¿Ya sabe que se forman largas colas al salir?
Servidor: Bueno, me resignaré.
Vigilante: …
Servidor: …
Vigilante: Ya le digo que se forman largas colas.
Servidor: Lo sé, pero voy al cine.
Vigilante: Sobre las once de la noche, así que es mejor que se vaya a tomar algo o por ahí, porque aquí la gente a veces pierde los nervios.
Servidor: …

En la cola me encontré con unos amiguetes, uno de los cuales, al ver a las azafatas rubias, pechugonas y muy aparentes, se decidió a entrar conmigo. La verdad es que no estaban nada mal, así da gusto ir al cine: que te reciban a corazón abierto y con generosidad. Ajá, soy un tío y no tengo que disculparme por esto y por otras muchas cosas, para que vaya quedando claro.
El documental estuvo la mar de bien. Técnicamente ignoro si el andamiaje era bueno o malo, yo voy por ver a Loquillo, que es un tío con la cabeza bien amueblada y un cantante cojonudo.

Al acabar, durante el pequeño concierto que el Loco dio, me pasó algo que nunca me había ocurrido, una especie de comunión que no sé bien cómo explicar. Bueno, sí: el Loco desde la tarima y yo desde segunda fila cantamos el estribillo de Línea clara mirándonos a los ojos. En un principio pensaba que tenía la vista clavada en un punto indefinido entre el público, hasta que de repente hice una mueca con la boca, él me la copió y nos reímos. Fueron siete u ocho segundos bastante curiosos de los que jamás quedará más constancia que la que en este párrafo se relata. Ahí queda eso.

Gran documental, gran concierto, gran personaje y un tipo que es un fenómeno, que se emociona por el calor de la gente y lo agradece. No por parecer un chulo arrogante se ha de ser un hijo de puta; esto hace ya muchos años que lo tengo claro. Los prejuicios son para los débiles.


Dicen que me repito,
de lo claro que hablo
porque milito en la razón
del pensamiento ilustrado.

miércoles, 22 de octubre de 2008

Un paseo por el campo

Seguro que alguna vez han salido a caminar por el campo; es un menester sanote y muy saludable que llena los pulmones con aire de buena sustancia, tonifica las piernas y lima las asperezas del espíritu.
Yo tuve una novia a la que le gustaba salir por el monte con tacones de aguja; según decía –aun a riesgo de descrismarse-, caminar con los talones en alto hace trabajar los gemelos, y una tía con las pantorrillas apretadas siempre es de lo más sexy. Esto último no lo dijo ella, que lo digo yo, pero bien vale una verdad.
-Mujer, como pises tan fuerte esto va a parecer un campo de cebollinos.
-¿Y una playa?
-Sí, una playa también.
Nunca supe si lo hacía con intenciones de proyectarme una buena patada a la altura el bañador o porque era conocedora de que una chica deportista –además de otras gimnásticas aptitudes- está muy buena.

Te levantas una mañana, la del día de tu boda, y dices “coño, me voy a caminar para templar los ánimos.” Y, claro, te calzas las chirucas, agarras el cayado, te cuelgas la bota con el clarete y te echas al monte. De repente te encuentras yendo por el campo cantando el Carrasclás, valle arriba, barranco abajo, con animalicos por todas partes, y descubres que el camino desaparece o se convierte en dos caminos o, sospechosamente, en tres. En ese momento sacas un mapa topográfico del macuto porque eres un tipo previsor, de los de tiritas y agua oxigenada, y te das cuenta de que el camino que debes tomar está… más allá del borde del mapa. Ignoro si les ha pasado alguna vez, pero se te queda una cara de gilipollas muy festejada.
-¿Por la boda?
-No, idiota, por… Dejémoslo.

A mí algo parecido me pasó una vez y fue la mar de divertido, bueno, la verdad es que no fue tan divertido porque ya me había pateado algo más de quince kilómetros por camino de cabras legionarias. Tenía el mapa de la comarca, por lo que conocía las idas y venidas del terreno, pero se conoce que hay zonas de algunas comarcas que son bastardas y algo desheredadas, esto es, que no se hallan en el mapa por algún pecado que se mantiene en el disimulo y, claro, no se pueden calcular las distancias más que a ojo lagartijero, así que tuve que guiarme por el río, que discurría un centenar de metros barranco abajo, y por un caballo algo desgarbado que venía siguiéndome. La gesta culminó cuando llegué donde debía, una ermita cerrada, sujeto a la norma del sacrificio y tras cinco horas de camino, acusando la falta de comida y de agua “¡Has sido tú! ¡No, yo no!”. La segunda porque había sudado como gorrino en matanza y la primera… ¿adivinan cómo me deshice del caballo? Pues ya ven. A esto súmenle un siniestro calambre en ambas rodillas y una vuelta al hogar entre rezos, lloros y lamentaciones.

Pasear por el campo conlleva el encuentro con los fantasmas que se reflejan en el espejo y acaban huyendo contigo en paralelo, asustados por los extraños ruidos del bosque mientras os cruzáis vistazos de admiración.

sábado, 18 de octubre de 2008

Regístreme ese muerto

Extracto del auto de un juez de la Audiencia Nacional al que se le han acabado las pilas del Tamagotchi:

2. Cursar oficio a los correspondientes Registros Civiles para que APORTEN CERTIFICADO DE DEFUNCIÓN, en plazo de 10 días, a los efectos de declarar la extinción de responsabilidad penal, por fallecimiento de:

- Francisco Franco Bahamonde
- Miguel Cabanellas Ferrer
- Emilio Mola Vidal
- Fidel Dávila Arrondo
- Gonzalo Queipo de Llano y Sierra
- Nicolás Franco Bahamonde
- Ramón Serrano Súñer
- Juan Yagüe Blanco
- Entre otros.

Apoteósico. Creo que no voy a hacer más comentarios, excepto el de que un servidor está convencido de que, antes de llegar a ganar la oposición a judicatura, los interesados, tendrían que cursar un par de años de Historia de España, seis de sumas y restas con un dígito, y dos o tres trabajando la tabla del cero.

Desde aquí, y hablando en nombre de algunos parias indocumentados entre los que me incluyo, hago la petición de que se añadan a la lista, sin que se avengan a la causa de responsabilidad penal, los siguientes sujetos cuyo paradero en cuerpo presente se desconoce:

-Elvis Presley
-La guarra aquella de V que daba tanto miedo.
-Wally
-Turismundo, rey visigodo
-El jinete cachondo que perdió la cabeza en Sleepy Hollow
-Son Goku (al que se conceden dos meses porque va resucitando)

Si es que estamos rodeados de tontos. Manda huevos.

miércoles, 15 de octubre de 2008

Pequeña historia de la humanidad

Cuando ves a la gente ir y venir, en sus camiones, en sus coches, en el autobús con la mirada perdida, te preguntas de qué va todo esto.

Un planeta que genera vida y que tiene un grupo de pobladores del reino animal que aumenta en número rápidamente y que su único fin, como especie, es sobrevivir para poder engendrar nuevos pobladores que perpetúen dicha especie. Este grupo de pobladores, los seres humanos, han de convivir en un medio de equilibrio con la naturaleza que los rodea para no extinguir los recursos que hacen viable la supervivencia. Hasta aquí todo más o menos claro a grandes rasgos, el problema deviene cuando al ser humano se le desarrolla demasiado el cerebro y comienza a pensar en exceso… Y crea el Estado, la religión, la moral, la ley, la justicia, etc., canalizando y mezclando estos ingenios en un sistema al que tiene a bien denominar Sociedad. La sociedad la forman los seres humanos y es muy diversa y variopinta, en ella caben todos los extremos: desde el nacimiento de un individuo hasta la destrucción del grupo. La sociedad evoluciona buscando, mejor dicho, dando a entender que lo favorable es encontrar el bienestar de los pobladores mediante unas reglas. Para encontrar el bienestar se crea un sistema económico, el toma y daca daca, en el que unos pocos se llevan el gato al agua (como hubo de pasar con el control de los recursos hídricos allá en Mesopotamia, en los albores de la civilización). Este sistema económico se basa en la división del trabajo donde, en teoría, los más preparados acceden a puestos superiores y de mayor intendencia, lo que no es cierto en absoluto ya que quizá debieran ser los más inteligentes, pero esto no es así.

Con el paso de los días, la gente (el común de los seres humanos) se acostumbra a vivir en serie y basa la vida en: nacimiento, crecimiento, formación, trabajo, jubilación y adiós muy buenas. Se nace y se crece con cierta misericordia de la sociedad. En la etapa de formación uno ya comienza a ver las orejas al lobo y comienza a rascarse detrás de la oreja. La vida laboral, el trabajo, constituye el aceptar que ‘esto es lo que toca’ y que nuestros mayores logros van a ser: obtener moneda de cambio para –entre otras banalidades- cambiar el coche cada cinco años; encontrar, si es posible, y juntarse con otro ser humano para que la vida, tributaria y escurridiza, no se haga tan cuesta arriba; no quedarse calvo antes de los treinta; agenciarse una superhipoteca a cuarenta años para asegurar el buen nombre de la estirpe; y poca cosa más salvo excepciones, claro, que siempre las hay y muy honrosas. La jubilación es la etapa en la que, le guste a uno o no, acaba comprándose un par de zapatos de rejilla y dos pares de zapatillas azules todoterreno con la suela de goma de estar por casa, y se encuentra como entretenimiento de los días el control de la obra pública y en el cuidado del huerto. Luego llegan las impedimentas y la despedida de este mundo atroz sin que se conmueva nadie más que la familia y algún amigo despistado. A veces ni eso.

Lo que yo me pregunto es ¿Qué sentido tiene todo esto? ¿Por qué nos ha tocado pensar? Si no discurriésemos más de lo convenido viviríamos en la felicidad circunstante y evolutiva de perpetuar la especie –de hecho, nos importaría un rábano, porque estaríamos programados genéticamente para sobrevivir y tener descendencia, sin tener que cavilar acerca de ello.
Uno se pregunta sobre la existencia y la no existencia, por los valores, por la dignidad, por los instintos y por el modo de que todo esto cobre algún sentido.

Mientras el cerebro evolucione nunca sabremos responder a la pregunta de ¿Por qué estamos aquí y cuál es nuestro objetivo? Tal vez tengamos noción de ello en el instante en que, por una causa no natural en sí misma, acabemos con lo que nos rodea y –no por efecto de capilaridad sino de idiotez y egocentrismo consumados- con nosotros mismos.
Aunque la vida fuese un sueño seguiríamos existiendo, porque es nuestra realidad holística y eso nadie lo ha de cambiar; por tanto es tangible, tiene un principio y un fin para nosotros y debería, si cabe, tener algún sentido. Eso creo yo.

martes, 14 de octubre de 2008

¿Cómo aflojar un tuerca atascada?


Hoy voy a explicar cómo se afloja una tuerca o tornillo –duros u oxidados- (en este caso de radiador de calefacción, aunque vale para lo demás), porque casi todos hemos tenido que lidiar con un toro cabezón. Abro con esto una nueva sección, la de Apaños, donde me gustaría ir explicando poco a poco cómo solucionar algunos problemillas de bricolaje casero según mi experiencia. Para ello atenderemos a la primera regla del bricolaje: “Si ya está hecho, cómpralo.”


El asunto que trato hoy es el de desenroscar sin misericordia un tornillo o tuerca rebeldes, que para el caso es lo mismo.
Lo primero es encontrar o tomar prestadas las herramientas necesarias: destornilladores planos, de estrella, Allen, etc., según sea la cabeza del tornillo y que se adapten a su tamaño, porque si no podemos cargarnos la herramienta o la cabeza; llave de tubo o carraca es lo suyo para las tuercas, pero según el tamaño de éstas es probable que lo suyo de verdad sea la llave de Grifa o Stillson (la llave inglesa, la de dos bocas o la de mordaza suelen resbalarse y cascar la cabeza de la tuerca sin ningún resultado), que es llave que muerde como hacienda y no suelta, como el matrimonio. Nótese que la tuerca deberá ser sustituida porque acabará algo desmejorada.

Procedimiento para aflojar tuerca de radiador atascada (si se resiste sería interesante quitar el radiador y trabajar con él sobre una mesa y bajo un contrapeso –tipo suegra culona o algo así- para que no se venza con la fuerza del tirón. Y recuerden que las tuercas de la parte izquierda de módulo abren al revés):

1- Se da un baño a la tuerca con ácido clorhídrico (salfumán [ojo con las pinturas]) o en su defecto refresco de cola. No, no es coña, porque al fin y al cabo es ácido. Si carecemos de los elementos anteriores echaremos mano del aceite en aerosol tipo 6 en 1, que es lo que casi todo el mundo tiene en casa, menos algunos chinos chapuceros, pero esa es otra historia.

2- Se ataca la tuerca con la grifa bien encajada, con un potente giro de… todo el cuerpo, ya lo verán. A ver, la posición del cuerpo en movimientos en que se ejerce tracción es importante, no ya por la salud de uno sino por el óptimo aprovechamiento del trabajo.

3- En casos extremos –mientras se tira de llave- podemos martillear el centro de la tuerca con un martillo, y no con la cabeza de un cuñado, para que las sales (óxido, cal, etc.) se animen un poco y vayan cediendo.

De este modo la tuerca debería comenzar a moverse. Es probable que se vaya deformando el cabezal en caso de tirar de grifa, pero al final ha de salir. Es cuestión de fuerza, maña y paciencia.

4- Si han llegado a este punto es que la tuerca viene acompañada de una simpática junta de silicona o plástico que ayuda a la estanqueidad de la unión y a la solidificación de la misma para alborozo del chapuzas. Lo que me ha funcionado es cortar la junta (mínimo 2 cm.) con un cúter u hoja de sierra de metal hasta llegar a la rosca de la tuerca. Una vez abierto ese camino el aceite, el ácido o la cola (no recomiendo un lapo porque se atranca) pueden penetrar para deshacer las sales.

Parece que ha quedado bastante claro. Si hay dudas, comentario al canto.

lunes, 13 de octubre de 2008

La dinámica económica

Yo no entiendo de dinámica económica, sólo sé que todo el mundo anda revuelto estos días porque, entre otras cosas, los bancos no prestan dinero pues –según dicen aunque eso no se lo cree ni Dios- no lo tienen. A ver, ¿un banco sin dinero? Esto en las páginas centrales de la Codorniz quizá fuera la hostia y hasta tuviera gracia, pero hoy es casi de mal gusto. Qué coño, es de muy mal gusto. Dices, ah, que no tienes dinero, ¿y de qué vives?, porque si no prestas euritos no puedes seguir rob… digo trincando beneficio, vamos, digo yo. Porque lo de los bancos no son intereses, no, es un hobby en toda regla. También dicen que no confían en nadie; ¿y por qué tenemos que confiar nosotros (y nos lo piden), que nos cobran hasta por el sobre que nos envían por correo? Ya me contarán. Y no voy a mentar lo del mantenimiento de la tarjeta porque acabamos mal.

Estoy bastante encabronado con esta filfa de la dinámica económica, que mueve los países, que sigo sin entender y lo que ustedes quieran, pero a mí cada día me acojona más llenar el depósito del coche aunque el barril de petróleo baje. Que esa es otra: y de estas un montón.

A los que se dedican a esa profesión, a especular con los intereses, el puto euribor y la madre que lo acuñó, puede parecerles algo excitante, pero a los que tienen el culo pelado de trabajar y pasar frío en los oficios más mundanos, no les acaba de excitar que cada vez sea más jodido llegar a fin de mes.
Tampoco sé por qué han subido el presupuesto de la Casa Real (pobrecillos, que tienen que pagar las bolsas en el economato) y por qué nos parece maravilloso que se congelen el sueldo los del Club Congreso mientras su presidente comenta: “nunca había ganado más dinero y trabajado menos.”
Pues nada, ustedes sabrán disculparme pero me voy a seguir pastando, que me cierran el corral.

martes, 7 de octubre de 2008

La fuente de alimentación

Hoy ha sido un día grande, enorme: un día de hardware.
El horóscopo por la mañana me ha predicho (que participio tan feo, por Dios) que no hable más de la cuenta con mis novias, que no me conviene y es cosa que está bien traída, para qué nos vamos a engañar; también dice que se me va a abrir un horizonte de esperanza en el amor porque el belicoso y siempre cachondo Marte anda directo (vete tú a saber hacia dónde) y Plutón está mano a mano con Mercurio tomándose unas cañas. Vamos, lo de siempre.

El caso es que cuando he conseguido atrancar los párpados me he dado cuenta de que el ordenador estaba apagado –cosa que no es habitual cuando lo dejas encendido. Uy. Tiro del estárter y doy a la manivela pero no se enciende. Uyuyuy. Le susurro unas palabras de cariño, le doy unas palmaditas amistosas y le hablo de lo bello que es el entendimiento cibernético, pero como si nada, que no enciende. Como ya me conozco el percal, por previsión más que nada, esta vez he abierto las ventanas de la habitación para no romper los cristales cuando salga disparada la pantalla. Pánico. Mucho pánico. Un ¡Ay! Como tengo por principio no darme por vencido, a no ser que pasen Curro Jiménez por la tele, me he puesto a destripar la máquina en toda regla. Martillo en mano y antes de tragarme el ordenador sin quitarle los cables he llamado al Richal para serenarme un poco y departir acerca del problema; no hay nada como la opinión de un tío que está de vacaciones: “tú dale, y si no a tomar por culo.”
Un ¡Dios! y varios ¡Mecagüenlaputa! se han hecho fuertes y han asumido el papel protagonista durante la mañana -cantados en letanía, como los curas de antaño- hasta que se ha dado con el problema: la fuente de alimentación, que ha cerrado el grifo y se ha puesto a régimen.
La informática y el humor siempre han estado muy unidos.


Tras diseccionarlo enterito, recolectar exoesqueletos de arácnidos y langostinos y ubicar los repuestos puedo afirmar -y afirmo- que, a día de hoy, soy capaz de desmontar y volver a montar un trasto de estos sin incendiar la casa ni causar daños (graves) a terceros. De hecho ya sabía hacerlo, pero ahora tengo el grosor necesario en la entrepierna para emprender estas valerosas hazañas que no hacen sino sentirte un poco más útil en esta vida moderna.
Lo cierto es que con el ordenador se sufre una tensión violenta, punto menos que cáustica, porque es un cacharro que te da problemas, no responde y que sólo con ver la imagen de la puta disquetera y el deuvedé parece que se esté descojonando de uno. Y eso, claro, no gusta.

lunes, 6 de octubre de 2008

Er furbo (y II)

El viernes pasado comenzó la liguilla futbolera ‘2008-Dios proveerá’ con un frío del carajo que, a más de uno, hizo que le crujiesen las bisagras y perdiese la sensación de peso que se le generó en la entrepierna cuando cumplió los quince; el equipo, como es natural, acudió a la pachanga mostrando sus más altas cotas de seriedad.
-¿Tienes esparadrapo?
-Cinta aislante.
-Joder… ¿Y Reflex?
-Na, pero echa un trago de esto, que es lo mismo.
En la media parte todo iba bien: nosotros ganando, las chicas de los de enfrente se habían cambiado de bando “Oye, creo que vamos con estos, son mejores” (sic), el árbitro borracho como una cuba y todos más contentos que unas pascuas. Al árbitro hubo que cambiarlo, como la pila del mp3, aunque en este caso se cambió él solito porque se largó en el descanso y no volvió pues no se tenía de pie el buen hombre; una cosa muy cachonda. A mí ya me había extrañado que le diese lo mismo que un tío del otro equipo regatease con las manos o que echase un pestuzo a aguardiente de no te menees, pero oigan, ya se sabe que esto es cuestión de opiniones.
Acabamos dando una soba importante al otro equipo, trabajándoles el estómago con goleada incluida, todo por el mismo precio. Este año no va a haber quien nos pare.

Al margen de la crónica me gustaría aclarar que nunca he entendido por qué los tíos conocen todos los equipos de primera, de segunda y de tercera regional, con entrenadores, árbitros y utilero incluidos. Un equipo de fútbol es como un país (algo más pequeño en tamaño pero no en importancia) donde el que corta el bacalao choricea de aquí y de allá y los que le rodean ya ni les cuento. Un equipo/club/entidad deportiva tiene elecciones y, últimamente se rumorea que hasta columbario. Tócate los cojones, Benita. Es como un serial radiofónico o novela río donde nunca se sabe muy bien lo que va a pasar: los jugadores que mienten y desmienten; el periodista que se erige en salvador y pretende derrocar al presi o al entrenador de turno; la simpatizante simpática que más que picarle el billete le han rejoneado el bonobús y cosas por el estilo.
Por las mañanas, en este país, el diario deportivo es lo que más se lee –puedes equivocarte con el pasaje de avión, pero conocerás con pelos y señales el estado anímico del portero del Spartak de Puertourraco. Cuando hay partido los programas de radio ceden su tiempo a la sección deportiva para que retransmitan el Sotillo-Cuescolobo y aquí no pasa nada, aunque es casi místico el poder oír cantar un gol al locutor, ojo. La conversación en las cafeterías y en las obras gira en torno al universo fútbol que es, por otra parte, una medida eficacísima para ensombrecer las preocupaciones diarias y para llenar el tiempo muerto de muchos que no saben qué hacer.

Siempre he creído que el fútbol es un poco como el sexo: hay que hacerlo o en su defecto verlo, pero no leerlo (y mucho menos que te lo cuenten, que es una vulgaridad). Con el primero se trata de jugarlo o disfrutar de algún partido importante con los amiguetes y unas cañitas. Con el segundo hay que encomendarse a la Virgen de los Milagros y, si es cierto aquello de que nos quedaremos todos ciegos por no sé qué, no darle importancia a esos videos picantones de Disney que andan por ahí.
Hace algún tiempo estuvimos pensando en apuntarnos a la liga femenina, por lo del pantalón corto, porque joder con el pant… Digo que por aquello de la igualdad y la integración y la confraternización y… bueno, ya saben.
Al final la gente se rajó; todos son muy gallitos cuando hablan -que si yo tal; que le hago un siete y esta se entera; a bocaos óyeme, a bocaos- pero a la hora de la verdad ahuecan el ala que da gusto. Todo muy fino.
-¿…? Eh, que pareces una tía.
-Joder, sí. Creo que necesito ayuda.

El fútbol es capaz de parar un país, si no que se lo pregunten a los brasileños cuando ganan los mundiales. Allí no trabaja ni Dios porque es fiesta nacional, y si no lo fuera tampoco trabajaría nadie a causa de la torta y la resaca posterior.

domingo, 5 de octubre de 2008

Reuniones

A veces me pregunto si tenemos la necesidad de retrotraernos a los años escolares para acolchar, de algún modo, la incertidumbre que es el futuro. Me refiero a ello porque, últimamente, se están dando las circunstancias, más o menos claras, para llevar a cabo diversos encuentros con gentes del pasado con las que tuve relación, a los que la vida, caprichosa y escurridiza, se ocupó de llevar por caminos diferentes. Lo considero como esas cenas de promoción a las que la gente acude para comprobar quién tiene el mejor trabajo, quién está más calvo o quién tiene la novia con las tetas más grandes. Estoy seguro de que hay honrosas excepciones, no lo dudo, pero por lo general ésa es la dinámica. Estos encuentros son una valoración de las vidas ajenas respecto de la propia, una comparativa para mantener la conciencia tranquila y pensar que no estamos tan mal, que siempre hay alguien que está peor, que qué le vamos a hacer y que habrá que ir tirando.
¿Y ustedes, qué opinan?

miércoles, 1 de octubre de 2008

La nobleza y la madre que la parió

Me hacen gracia los tipos que se dan aires de grandeza y un chute de importancia cuando en realidad son garrulos y advenedizos, como esos personajes que gastan traje oscuro y te miran por encima del hombro perdonándote la vida. Pobre diablo.
Una teoría que estoy cosechando, con cierto número de tipejos al uso, es que carecen de inquietudes intelectuales -y un mínimo de corrección hacia los demás- y no van a conseguir nada más en sus vidas que vivir al borde de la imagen y medrar en el miserable ir y venir de los días, yendo de la oficina al Carrefour, lavando el coche los domingos con chándal de táctel y zapatos de vestir, creyendo que han conquistado un mundo que ni si quiera les pertenece.
La condición humana, que es muy caprichosa, siempre ha buscado darse una importancia potencial que no es capaz de conseguir por otros medios, arañando el estrecho margen de virtud que pueda llegar a poseer el individuo, una virtud entendida como burda y majestuosa copia del arquetipo al que se siente capaz de emular. Para entendernos: hay gente que se siente tan insegura que lo combate parapetándose detrás de una imagen corporativa y mostrando un desprecio infinito hacia los que –según cree- no son de su condición. Gracias a Dios tiene parte de razón porque, en efecto, algunas personas no lo son.
Me gustaría que esta gente que te mira como a una cucaracha me dijese algo como “No te conozco, pero me caes mal.” Ahorraríamos muchos trámites, piénsenlo, para empezar el inicial, silencioso y definitivo “¡serás gilipollas!”