viernes, 24 de octubre de 2008

Loquillo, leyenda urbana

Anoche estuve –debiera decir he estado, pero es que no me adapto a la norma- en la presentación del documental Loquillo, leyenda urbana, en un festival de cine en el centro de la ciudad. El Loco, tras terminar el documental, se regaló con un pequeño repertorio para alborozo del asistente, que era bien variado y plagado de mozas en estado de merecer… “Todo el mundo quiere oler sus medias, todo el mundo le invita a lo que tiene, puede ser un desespero, por amor o por dinero nunca serás el primero…”


La previa al estreno se cubrió con media hora de búsqueda de aparcamiento, con unas ganas de mear infinitas y bajo la presión de un tráfico intenso. Barajé las posibilidades de echar el freno en medio de la calle y dejarlo allí o meter el troncomóvil en un parking; no tuve otra que acudir a este último y mantener una animada conversación con el vigilante.
Vigilante: ¿Ya sabe que se forman largas colas al salir?
Servidor: Bueno, me resignaré.
Vigilante: …
Servidor: …
Vigilante: Ya le digo que se forman largas colas.
Servidor: Lo sé, pero voy al cine.
Vigilante: Sobre las once de la noche, así que es mejor que se vaya a tomar algo o por ahí, porque aquí la gente a veces pierde los nervios.
Servidor: …

En la cola me encontré con unos amiguetes, uno de los cuales, al ver a las azafatas rubias, pechugonas y muy aparentes, se decidió a entrar conmigo. La verdad es que no estaban nada mal, así da gusto ir al cine: que te reciban a corazón abierto y con generosidad. Ajá, soy un tío y no tengo que disculparme por esto y por otras muchas cosas, para que vaya quedando claro.
El documental estuvo la mar de bien. Técnicamente ignoro si el andamiaje era bueno o malo, yo voy por ver a Loquillo, que es un tío con la cabeza bien amueblada y un cantante cojonudo.

Al acabar, durante el pequeño concierto que el Loco dio, me pasó algo que nunca me había ocurrido, una especie de comunión que no sé bien cómo explicar. Bueno, sí: el Loco desde la tarima y yo desde segunda fila cantamos el estribillo de Línea clara mirándonos a los ojos. En un principio pensaba que tenía la vista clavada en un punto indefinido entre el público, hasta que de repente hice una mueca con la boca, él me la copió y nos reímos. Fueron siete u ocho segundos bastante curiosos de los que jamás quedará más constancia que la que en este párrafo se relata. Ahí queda eso.

Gran documental, gran concierto, gran personaje y un tipo que es un fenómeno, que se emociona por el calor de la gente y lo agradece. No por parecer un chulo arrogante se ha de ser un hijo de puta; esto hace ya muchos años que lo tengo claro. Los prejuicios son para los débiles.


Dicen que me repito,
de lo claro que hablo
porque milito en la razón
del pensamiento ilustrado.

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