
Los zurdos somos la hostia, oigan, sabemos diferenciarnos de la plebe y reconocernos entre nosotros hasta en el último rincón del planeta. Somos el contrapunto de la especie. No obstante, hay un caso –el de unos pocos privilegiados entre los que me cuento- que es algo más singular: el de los ambidextros/ambidiestros (que de todo ha de haber). Esta última es voz insana en su pronunciación y algo catastrófica en el contenido, porque menciona al diestro y deja al zurdo oculto tras la ambigüedad del término, como a ese perro al que nadie quiere y todos le dan patadas para que huya. Ya ven. El ambidextro es humano, se trata de un sujeto con cara de sujeto que utiliza ambas manos –según el porcentaje de lateralidad- para realizar diversas maniobras, como sacudir o meter mano. Bueno, quizá haya alguna más alejada de las anteriores y mejor traída, ustedes ya me entienden; lo que quiero que comprendan es que yo soy un zurdo con variedades. De esta circunstancia me percaté hace algunos años, cuando iba a clavar un clavo y tardé dos minutos en hacerlo porque no sabía con qué mano coger el martillo. Uno hace las cosas mecánicamente hasta que se da cuenta de que puede pensar, y eso, contra lo que algunos creen, trae consecuencias indeseadas.
A lo largo del tiempo (esta medición de lo abstracto es muy curiosa) ha habido zurdos bastante apañados, tales como Napoleón, Julio César, Alejandro, Carlomagno, el chulo de Nelson, Leonardo y su escritura especular, Aristóteles, Goethe, Scott Fitzgerald, por citar unos pocos; la lista es selecta y figuran conquistadores, jefes de estado, artistas, pensadores y algún malo malísimo. Sabiendo que los zurdos son aproximadamente el diez por ciento de la población, ustedes intuirán el peso que tenemos sobre la Historia.
Ser ambidextro es un cachondeo, una premonición y un grado superior en la escala evolutiva, ya que los hemisferios cerebrales andan solapados. La mano diestra, por lo general, es mandada por la parte izquierda del cerebro, la parte más lógica. La siniestra está sometida al hemisferio derecho, terreno creativo y más emocional. En el raro caso de un servidor, los hemisferios comparten funciones, se solapan y van a su aire. No es dislexia pero a veces la picha se te hace un lío: yo soy portero, no les digo más. Después dicen que las mujeres nunca se deciden y dan muchas vueltas; si yo les contara… Además, piensen en lo frustrante que es descubrir, cuando ya eres mayor, que aquellos lápices del colegio no estaban en cirílico, sino que iban a mano cambiada, por no hablar del misterioso abridor que va incluido en las navajas suizas. Abrir una lata de piña es una aventura surrealista; el que no lo ha probado ignora cómo es posible que decenas de esas latas salgan disparadas en picado y sin paracaídas por la ventana de la casa de un zurdo. Tremendo.
Con este pequeño aserto sólo quería hacerles saber que somos mejores, más guapos y más espabilados que los diestros. No se lo tomen a mal: la naturaleza no reparte suerte para todos. Ejem… está bien, los diestros tampoco son mancos… pero siempre serán inferiores. Lo cierto es que es un poco engorroso vivir en un mundo habilitado para gente que no sabe utilizar la izquierda. Y eso requiere mucho tacto.
