lunes, 18 de agosto de 2008

Laburo, curro, tajo.

La gente es muy diversa, hay quien se levanta a las cuatro de la mañana para mear y quien lo hace para escribir escuchando a Gardel.
Últimamente me he dado cuenta de que a la gente sólo le gusta hablar de trabajo. Trabajo por aquí, trabajo por allá. Y me planteo si estamos destinados –gracias a los impulsos de la sociedad y a esta anemia intelectual colectiva- a conformarnos con salir de la escuela o universidad para hablar de trabajo y formar una familia hipotecaria con derecho a descuento en lejía y suavizante; para oír al llegar a casa “Hola cariño, ¿qué tal el trabajo?” (cosa que, por otra parte, es de agradecer); y para sumergirnos en esta inercia que nos lleva a ninguna parte, tan sólo a ser una muesca más en el eje del sistema.
La gente trabaja y sale a tomar unas cañas para hablar de trabajo; el fin de semana se emborracha y va al Carrefour. El lunes vuelta a empezar.
A veces la vida me parece un cromo repetido. Me pregunto si, de verdad, nos estaremos volviendo gilipollas.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

...Yo, para no volverme gilipollas, he dejado mi trabajo.

Anónimo dijo...

Ejem, ejem! Esto, un comentario... ¿? Que no lo he preparado, joder. Yo sólo quería saludar a los Pacos y a los Pepes, a mis amigos de las Páginas Amarillas. Y debatir sobre el sentido de la vida y la época medieval, cosas modernas. Y formular una queja sobre la desaceleración humana y la revolución económica. Me lo quitan de las manos.

Spirou dijo...

Pues a mí no me importaría dejar de trabajar y seguir siendo gilipollas. Podríamos montar una asociación de algo parecido y vivir del cuento y de las cuotas. Todo es ponerse.

Lutomàs, tranquilo que hablaremos con los Pacos, con los Pepes. Y a la desaceleración humana la vamos a poner a caldo.