sábado, 23 de mayo de 2009

Canción de las buenas



Imprescindible.

miércoles, 20 de mayo de 2009

La suerte

Ciertas noches te asalta la duda y te preguntas qué es la suerte, y procuras entender que se trata de algo que está fuera del alcance del razonamiento e incluso del delicado mecanismo de la imaginación. Entiendes la suerte como ese viejo capitán que te echa un cabo para que se desarrollen, con mejor voluntad que entendimiento, los acontecimientos que tienes en mente y que, por misteriosas fuerzas que obran contra ti, no puedes definir. Ya lo dijo don Camilo el del premio, que la suerte se hace a mano y en casa, y no ha de faltar a la verdad, ¡estaría bueno!, pero saberlo conlleva que ya se niegan los golpes de suerte, los tan bienaventurados y escurridizos golpes de suerte.

Ciertas noches te asalta la duda y piensas que quizá no sea adecuado que las personas piensen en la suerte, porque la suerte, o el golpe de suerte, no dejan de estar unidos a la esperanza, y de esperanza no se vive. Tampoco de ilusiones. Quizá, entre el pensamiento y el pálpito que le ataca a uno cuando se sabe extraño, esos golpes de fortuna crucen por delante de puntillas y no quieran hacer más ruido del necesario. La suerte es un poco como Dios, uno nunca sabe a qué obedece ni qué función desempeña en todo este tinglado de vidas ajenas.

viernes, 15 de mayo de 2009

Los mapas

Tal vez les ocurrió alguna vez que yendo por la montaña, valle arriba, barranco abajo, se encontraron con que el camino desapareció y se convirtió en dos caminos o, sospechosamente, en tres. Si esto les suele pasar a menudo quizá debieran sacrificar esa última copichuela que acompaña al desayuno. En caso contrario no se apuren, porque ése, y no otro, es el momento en que –la ceja levantada y el suspiro categórico- chuperreteas el dedo para medir el viento y sacas el mapa topográfico de la mochila, porque te sabes un tipo previsor de los de tiritas, vaselina y agua oxigenada, hasta que te das cuenta de que
-Oiga, ¿y para qué quiere usted la vaselina?
-Señora, no interrumpa.
Decía que llegas a darte cuenta de que el camino por el que debes tirar está… exactamente al otro lado del borde del mapa. Ignoro si les ha pasado esto alguna vez, pero cuando ocurre se te queda una cara de gilipollas que no cabe en un espejo.

A mí me pasó algo parecido hace ya algún tiempo y fue la mar de divertido, porque sí, tenía la primera parte del mapa y conocía lo sustancial del camino, pero me faltaba la segunda parte y no podía calcular las distancias más que a ojo lagartijero, así que tuve que guiarme por el río y por un caballo algo desgarbado y de maligno mirar que venía persiguiéndome.
-¿Y eso no lo pudo usted remediar con la vaselina?
-Pues mire que durante un buen rato estuve pensado en darle utilidad, pero no, al final se fue.

La cosa se saldó tras cinco horas de caminata, cuando llegué donde debía (una ermita cerrada. Insisto, cerrada) y acusé la falta de agua y comida. La primera porque había sudado como un gorrino en matanza y la segunda… ¿a que no adivinan cómo me deshice del caballo? A esto, que ya parece Navidad, le suman ustedes un siniestro calambre en las rodillas. No una, no. Las dos. A veces la vida se regala con estas simpáticas ocurrencias que te hacen la existencia más feliz.
-He oído que con la vaselina también se alcanza cierto grado de felicidad, ¿es eso cierto?
Hay que joderse con la abuela, ¡cómo aprietan, eh! En fin, durante el camino de vuelta ya no podía llorar porque no me quedaba con qué, y estuve arrastrándome como un gusano los últimos cinco kilómetros. Una estampa deplorable; les pido que no se la imaginen por el bienestar de la moral y las buenas costumbres.

Como colofón sólo les puedo aconsejar que, a no ser que sepan encontrar raíces nutritivas y agua que no les deje secos por descomposición, incluyan en su mochila una guía cartográfica de los parajes adyacentes a los que quieran visitar, dos o tres litrines más de agua y polvorones o pan seco, que dan mucho juego.
Otro día les comentaré cómo se puede acabar en un vertedero nuclear gracias al GPS por la Nacional 2.

domingo, 10 de mayo de 2009

Más allá de Rangún

Hoy quiero dejar a un lado el tono humorístico que navega por las columnas de esta página; lo hago porque empiezo, desde este momento, una serie de artículos no correlativos en una sección llamada Los hijos del pueblo, acerca de lo que -bajo el prisma de la ignorancia y sobre la pretensión de aceptar a los contendientes como iguales- se conoce como «conflictos olvidados». Estos conflictos no dejan de ser guerras, represión y muerte. El mundo no es perfecto ni lo ha de ser, tan sólo es una batalla de equilibrios que se sustentan unos a otros para tomarle el pulso a los conceptos de lleno y vacío. Tampoco pretendo dar una extensa explicación ni vestir el hábito de aseador de conciencias. Cada cual sabe a qué se debe y qué puesto ocupan sus prioridades en el programa vital. Lo que no podemos es obviar la realidad.

Ya estamos saturados de ver Afganistán o Irak devastados, territorios por donde, más pronto que tarde, se construirá un oleoducto que dé sentido a toda esta historia de carnaza y estupidez humanas. Cada día, cuando oigo que han muerto cuarenta personas porque una marioneta ha tenido a bien explotarse en el baile nupcial o en el autobús o en el mercado, ni tan siquiera me estremezco de lo acostumbrado que estoy a aceptar estas cosas. Y me da vergüenza. Y me doy asco. Por eso quiero, aunque sea por dos minutos, tener presente que más allá de mi nariz, de mi teléfono móvil o de mi ordenador, sigue habiendo una ingente cantidad de mierda que no por invisible deja de apestar.

Birmania es un país del sudeste asiático, se le conoce también como Unión de Myanmar. Para mí, Birmania sigue siendo Birmania. Tras la ocupación japonesa y británica se consiguió la independencia en enero del cuarenta y ocho. A principio de los años sesenta se estableció la dictadura militar del general Ne Win. En 1990, tras ser sometida a arresto domiciliario, Aung San Suu Kyi, líder opositora al régimen, ganó las elecciones cuyo resultado no fue reconocido por la Junta militar de los generales. A partir de entonces, la represión se tornó más violenta si cabe, anulando por completo todo intento de oposición al régimen.


Secuencia del asesinato de Kenji Nagai, fotógrafo japonés que cubría la represión en Rangún.

Hoy, Birmania, está regida por un sujeto obsesivo, de nombre Than Shwe, que vive en una ciudad semejante a un búnker y de lujos varios, extravagantes, anestésicos.
En Birmania hay niños trabajadores, niños soldado, mujeres que no se consideran como tal y son violadas y denostadas por el ejército. Existen minorías desplazadas, presos políticos y un pueblo esclavizado, acribillado a balazos cuando abre la boca y pretende expresarse, como ocurrió en 2007 con la Revolución del Azafrán, donde cayeron hasta los monjes budistas que osaron pedir el cambio.

A todo esto, la ONU, esa cosa que aparece por todos lados y que no sirve más que para desvencijar el presupuesto en banquetes y para pasar la bandeja por debajo de la mesa, se echa las manos a la cabeza y se ocupa en escribir manifiestos, resúmenes e inanidades varias sobre lo que, presumiblemente, está ocurriendo en Birmania.

Formamos parte de un mundo absurdo: el hecho de haber creado la Justicia lo certifica.

jueves, 7 de mayo de 2009

Mosquitos 2009

Cómo cambian los tiempos; hace un año me encontraba inmerso en una tormentosa relación con el radarcán -«Ya no me quieres», «Claro que no, cabrón, ¿has visto cómo me han dejado el brazo?»- dada su manifiesta inutilidad contra los mosquitos indígenas que merodean por mi zona. Estos bichos, zafándose del espurio funcionamiento del aparato, se alimentaban cual diputado de la sangre ajena y crecían rollizos en una esquina de la habitación.

Hoy he conseguido varios archivos de sonido de alta frecuencia que, según se piensa, pretenden ejercer de repelente con las mosquitas (recuerden, son ellas las que pican). Lo cierto es que ya había manejado archivos de este tipo y no les veía mayor utilidad, pero lo de hoy ha sido maravilloso, oigan, todo un descubrimiento: estaba yo leyendo -luz encendida, ventana abierta- y se me ha ocurrido pasar los archivos a la unidad móvil telefónica y ponerla en funcionamiento para contrarrestar el ataque de las bestias. En cuestión de cuatro minutos me he visto rodeado por no menos de nueve insectos devoradores, seis se posaban en brazos y piernas a discreción y los otros tres intentaban violar al teléfono con inusitada cachondez.

Ningún repelente que conozca y que no afecte a la estructura del edificio acaba por desterrar a las mosquitas picantonas, así que le he estado dando vueltas y como última medida desesperada se me ha ocurrido que este fin de semana voy a echarme cuatro o cinco copas al coleto y les voy a entrar. Como lo oyen, seguro que han visto alguna vez a ese sujeto discotequero que se acerca a las tías tambaleándose e intenta ligar o vayan ustedes a saber qué mientras éstas huyen despavoridas. ¿Qué les parece? Voy a esforzarme, se lo prometo.


Ponga un murciélago en su vida.

lunes, 4 de mayo de 2009

La Pregunta

La cuestión es esta:
II
Si Dios existe ¿qué función desempeña?
II