lunes, 23 de febrero de 2009

Zurdos



Los zurdos somos la hostia, oigan, sabemos diferenciarnos de la plebe y reconocernos entre nosotros hasta en el último rincón del planeta. Somos el contrapunto de la especie. No obstante, hay un caso –el de unos pocos privilegiados entre los que me cuento- que es algo más singular: el de los ambidextros/ambidiestros (que de todo ha de haber). Esta última es voz insana en su pronunciación y algo catastrófica en el contenido, porque menciona al diestro y deja al zurdo oculto tras la ambigüedad del término, como a ese perro al que nadie quiere y todos le dan patadas para que huya. Ya ven. El ambidextro es humano, se trata de un sujeto con cara de sujeto que utiliza ambas manos –según el porcentaje de lateralidad- para realizar diversas maniobras, como sacudir o meter mano. Bueno, quizá haya alguna más alejada de las anteriores y mejor traída, ustedes ya me entienden; lo que quiero que comprendan es que yo soy un zurdo con variedades. De esta circunstancia me percaté hace algunos años, cuando iba a clavar un clavo y tardé dos minutos en hacerlo porque no sabía con qué mano coger el martillo. Uno hace las cosas mecánicamente hasta que se da cuenta de que puede pensar, y eso, contra lo que algunos creen, trae consecuencias indeseadas.

A lo largo del tiempo (esta medición de lo abstracto es muy curiosa) ha habido zurdos bastante apañados, tales como Napoleón, Julio César, Alejandro, Carlomagno, el chulo de Nelson, Leonardo y su escritura especular, Aristóteles, Goethe, Scott Fitzgerald, por citar unos pocos; la lista es selecta y figuran conquistadores, jefes de estado, artistas, pensadores y algún malo malísimo. Sabiendo que los zurdos son aproximadamente el diez por ciento de la población, ustedes intuirán el peso que tenemos sobre la Historia.

Ser ambidextro es un cachondeo, una premonición y un grado superior en la escala evolutiva, ya que los hemisferios cerebrales andan solapados. La mano diestra, por lo general, es mandada por la parte izquierda del cerebro, la parte más lógica. La siniestra está sometida al hemisferio derecho, terreno creativo y más emocional. En el raro caso de un servidor, los hemisferios comparten funciones, se solapan y van a su aire. No es dislexia pero a veces la picha se te hace un lío: yo soy portero, no les digo más. Después dicen que las mujeres nunca se deciden y dan muchas vueltas; si yo les contara… Además, piensen en lo frustrante que es descubrir, cuando ya eres mayor, que aquellos lápices del colegio no estaban en cirílico, sino que iban a mano cambiada, por no hablar del misterioso abridor que va incluido en las navajas suizas. Abrir una lata de piña es una aventura surrealista; el que no lo ha probado ignora cómo es posible que decenas de esas latas salgan disparadas en picado y sin paracaídas por la ventana de la casa de un zurdo. Tremendo.

Con este pequeño aserto sólo quería hacerles saber que somos mejores, más guapos y más espabilados que los diestros. No se lo tomen a mal: la naturaleza no reparte suerte para todos. Ejem… está bien, los diestros tampoco son mancos… pero siempre serán inferiores. Lo cierto es que es un poco engorroso vivir en un mundo habilitado para gente que no sabe utilizar la izquierda. Y eso requiere mucho tacto.

martes, 17 de febrero de 2009

El feisbuc

Hola, qué tal están; sí, me han vuelto a reconectar el teléfono. Exacto, llevo no sé cuántos días sin línea ya que vivo donde Cristo dio las tres voces. Es obsceno.

La semana pasada una amiga me recomendaba la lectura de un artículo sobre las redes sociales.
-Lee, lee.
-Na, no me intere…
-¡Que leas, coño!
-Vale, vale.

Estoy comenzando a pensar –sin retractarme de lo que ya dejé escrito- que este tipo de servicios sociales es como las armas: no son malas en sí mismas, sino que el uso que se hace de ellas puede llegar a ser bastante trágico. Algo bueno se podrá sacar, digo yo, aunque sólo sea criticar las dinámicas sociales que no nos llevan más que a la anulación de la conciencia, el carácter y el sentido de la independencia. Es un nido egocentrista. Joder, ya me he quedado a gusto.

A mí el caralibro me sirve para que el gentío se cosque de que hay un blog la mar de chulo que escribe un sujeto que está la mar de bueno (aunque últimamente ande un pelín dormido) y que no lo publicita ni a tiros, que igual habría que ir pensándoselo. Otra función interesante que le veo es la organización de un grupo de trabajo cuando no existe la posibilidad de verse habitualmente. Aunque, realmente, parece que el mundo tenga una carencia afectiva como un piano y pretenda abrocharse la coraza de las vanidades mirando un rinconcito donde pone que tiene dos o tres centenares de amigos. Como pueden ustedes comprobar, algunos tenemos un concepto sobre la amistad algo apartado de lo que se considera habitual.

No tengo mucho más que decir acerca de estas cosas, aún estoy experimentando. Un día de estos hasta les escribo una entrada completa. Buenas noches.

jueves, 12 de febrero de 2009

Cosas que pasan

Buenos días, ¿me han echado en falta? Yo no.

Desde que sopló el vendaval ‘España Cañí’ no he tenido la posibilidad de conectarme a la soga metálica que pasa cerca de donde vivo, esa que me comunica con el populacho de esta barraca. Les voy a dejar unas fotillos por aquí, para que vean la razón por la que no he tenido luz ni agua durante una semana, ni teléfono hasta ahora.

Durante estas semanas han pasado algunas cosas que nunca debieron haber pasado o, en todo caso, deben pasar cuando el ciclo biológico natural de una persona llega a su fin, sobre los ochenta y tantos años, y no a los veinticuatro. Pero la vida es una puta mierda y a veces nos desgañita hasta rompernos la garganta. Por eso intuyo que la cosa busca su equilibrio en que aprovechemos lo que tenemos, lo exprimamos para sacar el mejor partido posible y así lograr otras cosas. No me pregunten qué cosas, que no las sé. Pero seguro que hay algo. Ahí fuera. O no.



miércoles, 4 de febrero de 2009

Tecnic problemus

Tengo la internete fundida desde el temporal que azotó nuestras cabezas; ustedes sabrán disculparme. Espero que reparen pronto las líneas.